El miedo a experimentar está acabando con la creatividad de algunos diseñadores y diseñadoras.

¿Nos estamos conformando con lo fácil?

Hace poco reflexionaba sobre una sensación extraña que tengo al viajar. Cuando llego a la calle principal de cualquier ciudad del mundo, siento que nunca me he ido de casa. Las mismas tiendas de siempre: Zara, McDonald’s, Starbucks, Subway… Parece que, en lugar de explorar nuevas experiencias, estamos atrapados en un bucle de familiaridad global.

Y este fenómeno también se traslada al diseño y al mundo digital. Hoy en día, los feeds de Instagram, los sitios web e incluso muchas campañas publicitarias parecen clonarse unos a otros. La homogeneidad domina el panorama, y la originalidad parece brillar por su ausencia.

El efecto de las plantillas prediseñadas

Uno de los principales culpables de esta falta de diferenciación son las plantillas prediseñadas. Herramientas como Canva o Adobe Express han democratizado el acceso al diseño gráfico, pero también han contribuido a una uniformidad abrumadora. Y es que, en general, las personas que las usan no son diseñadores.

Estas plantillas, que por su propia naturaleza, están diseñadas para ser genéricas y que las puedan usar el mayor número de personas posible, se utilizan sin apenas adaptaciones para representar marcas que, en teoría, deberían ser únicas.

Y aquí surge el problema: estas plantillas no capturan la esencia de una marca, ni cuentan una historia diferenciadora. Se limitan a seguir tendencias preestablecidas, sin tener en cuenta factores cruciales como la identidad visual, la narrativa o los valores del negocio. El resultado son diseños que funcionan como «fast food» visual: fáciles de consumir, pero que carecen de sustancia o personalidad.

El precio de la comodidad

La comodidad de utilizar plantillas también fomenta un diseño basado en la rapidez, más que en la estrategia o la innovación. Esto no solo afecta a los resultados creativos, sino que también genera un problema de percepción. Cuando un diseño no conecta con su público o no refleja la esencia de una marca, puede dar la impresión de que la marca es superficial o poco profesional.

¿Diseñadores o aficionados al diseño?

A menudo, quienes recurren exclusivamente a plantillas no son diseñadores gráficos profesionales. Puede tratarse del director de la empresa, de un empleado multitarea o de alguien con buen gusto pero sin formación en diseño. Y aunque la intención pueda ser buena, el resultado rara vez lo es. El diseño gráfico no es solo cuestión de estética; implica comprender estrategias de comunicación, psicología del color, jerarquía visual y un sinfín de conceptos que van más allá de «que se vea bonito». Por algo la carrera de diseñador gráfico dura 4 años.

El valor de arriesgarse

Para que el diseño sea un motor de cambio e innovación, es necesario que los diseñadores salgamos de nuestra zona de confort. Arriesgarse implica reflexionar más profundamente sobre cómo cada pieza de diseño puede ser diferente, cómo puede destacar en un mercado saturado, y cómo puede representar auténticamente a la marca que está detrás.

La creatividad requiere tiempo, esfuerzo y, sobre todo, valentía. Es hora de cuestionarnos si estamos priorizando la comodidad por encima de la calidad, y si eso está dejando un vacío en nuestra capacidad de inspirar y conectar. Y en nuestro portfolio, claro.

El cliente

El proceso creativo no solo depende del diseñador; también es crucial que el cliente esté dispuesto a arriesgarse. Confiar en profesionales del diseño que entienden cómo transmitir los valores de una marca es el primer paso para destacar en un mercado competitivo.

Un buen diseño debe ser estratégico: debe tener el poder de diferenciar una marca y dotarla de una identidad propia, que conecte auténticamente con su público. Pero esto solo es posible cuando el cliente no sólo permite, sino que exige al diseñador que explore caminos únicos e innovadores. Apostar por el diseño con propósito no es un gasto, sino una inversión en el reconocimiento de la marca.

Conclusión: Volver al diseño con propósito

El diseño gráfico tiene el poder de marcar la diferencia, de comunicar historias únicas y de conectar con las personas de una manera que las palabras a veces no pueden. Para lograrlo, debemos abandonar la comodidad de las fórmulas prefabricadas y redescubrir el arte de experimentar.

Porque, al final, un diseño que se atreve a ser diferente es un diseño que será recordado.

La comodidad y la creatividad